En el actual mundo del panorama
educativo surgen nuevos métodos pedagógicos con tanta rapidez como
las setas en otoño tras una semana de lluvias. La última innovación
con la que me he topado es la “flipped classroom”, en cristiano,
“clase invertida”.
Lo de invertida viene a cuento de
que se invierte el orden en el que se suelen hacer las cosas. El
alumno estudia en su casa la “teoría” o el tema, visionando
vídeos caseros, hechos por el profeso, o seleccionados por éste en
internet. Después se “debate” en clase el tema, aclarando los
conceptos estudiados, comentando entre todos (esto incluye al
profesor) lo aprendido y realizando a continuación aplicaciones
prácticas (entiendo que problemas y prácticas experimentales en el
caso de física y química). Como podemos apreciar, algo muy del
gusto moderno: se tocan competencia TIC (o digitales, vulgo
internet), competencia lingüística (hay que debatir) e incluso de
lengua extranjera si se tercia (si el profesor tiene la feliz idea de
poner algún vídeo o blog en inglés).
Admitamos su valor como experimento
innovador para realizar puntualmente, pero ¿Y que tal como método
de trabajo?. Cuando me hago estas preguntas, casi siempre termino
acordándome del Titanic. Naufragio total.
Eso de que los alumnos estudian la
teoría en casa, la entienden y después son capaces de debatir sobre
ellla, haciendo preguntas inteligentes que desmenuzan el tema con la
sabia dirección del profesor no me cuadra.
En mis clases me encuentro con que,
en el mejor de los casos (como en mi tutoría actual), los alumnos
entienden lo que digo y lo comprenden, pero la mayoría no lo
interiorizan. Quiero decir que no han comprendido realmente el
principio físico que hay detrás de las ecuaciones y los términos.
Esa interiorización se consigue posteriormente,a través de los
problemas propuestos (en un cierto orden) por el profesor y que el
alumno trabaja en su casa y que se discuten (la mayor de las veces,
discuto) en clase. Y con respecto al trabajo en casa, lo normal es
conseguir que el alumno haga problemas con “lo que se acuerda” de
la teoría dada en clase. En pocos casos “estudian” la teoría o
el tema para profundizar y entenderla antes
de hacer ejercicios.
Así que imagino la situación: el
profe pregunta que han entendido los alumnos del vídeo y el 80 %
(que ha visto el vídeo mientras hace una lámina de dibujo o mira el
wasa de reojo) contesta que nada. Toca explicar el vídeo. ¿Un poco
tonto, no os parece?.
Pero reconozco que soy muy
escéptico. Supongamos que sea un método que funcione. Estamos en
una situación ideal y todo va sobre ruedas. ¿Bien?. Pues tampoco.
Es un método lento.
En el mismo blog de la “flipped
classroom” se reconoce que el número de prácticas que se pueden
hacer es pequeño. Para el desarrollo de una practica sobre el
movimiento de un péndulo se necesitan muchas sesiones de trabajo. A
cambio los alumnos saben mucho sobre péndulos (cosa nada extraña
con el tiempo dedicado a ello) y aprenden a desarrollar métodos de
investigación.
Genial. Lo que pasa es que podemos
conseguir que los alumnos tengan conocimientos de un nivel aceptable
sobre péndulos en bastante menos tiempo, con lo que podemos dar mas
conceptos de los que los alumnos flipped saben poco o nada.
A menos que se persigan objetivos
diferentes. Si en vez de tener alumnos que han aprendido conceptos
básicos de física y química (trabajo, energía, fuerzas,
movimiento, leyes básicas de química, disoluciones, calor...)
deseamos tener pequeños científicos que piensen y descubran (leyes
ya descubiertas por grandes pensadores no profes de instituto con
chavales de instituto, ojo) por sí mismos, entonces si que la
flipped classroom puede ser un buen camino.
No pasa nada si pensamos así. Pero
hay que ser consecuentes: cambiemos los planes de estudio y sus
objetivos, eliminemos exámenes con contenidos en selectividad,
hagamos libros nuevos, cambiemos las clases por laboratorios y
dejemos las ratios en 15 alumnos con menos clases para los profesores
(hace falta mucho tiempo para planificar prácticas).
Y si tras quince años los informes
PISA nos siguen dando calabazas, reconozcamos nuestros errores y
diseñemos un modelo educativo diferente que se adapte a nuestra
idiosincrasia y características.
Por eso la flipped classroom no
puede pasar de ser un pasatiempo pedagógico a utilizar como bonita
experiencia motivadora. Lo mismo que el desarrollo de trabajos
multidisciplinares (tan en moda ahora en los jesuitas) en institutos
o colegios; impuestos a golpe de orden en las programaciones de las
asignaturas que no en la realidad del centro.
Mientras tanto los profes
seguiremos dando lo que podríamos llamar “flipy (por flipante)
classroom”. Aulas en las que palabras como “horizontal o
vertical” generan confusión. Clases en las que sencillas
referencias geográficas son un problema, donde Alejandro Magno es un
romano y el primer hombre en dar la vuelta al mundo es Willy Fogg.
¿Que no?. Para muestra un botón,
sacado de la pura realidad en una clase de ESO, en este mismo año.
Profesor (P): -¿Cuantos cupones debes
comprar para que te toque seguro , seguro - insisto- el cupón de la ONCE?.
Alumnos (A): - No lo sé- dicen a coro.
P: - Un cupón tiene cinco cifras..-
insinúo, cómplice.
A1: - Cinco.
A2: - Diez.
A3: - ¡Cuarenta!. ¡No, cincuenta! –
corrige con rapidez.
Cara del sorpresa del profesor.
P: -¿Tan pocos?.
A4: - Quiyo, tienen que ser mas.. unos
cien mas o menos- dice alguien, mientras agita la mano....
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