HUMOR CIENTÍFICO

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¿Con qué se cura la anemia? Con Fe

FRASES CÉLEBRES (DE CIENCIA)

"Locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados" A. Einstein

viernes, 14 de marzo de 2014

LA ALQUIMIA Y LA PIEDRA FILOSOFAL



     Si hoy preguntásemos a alguien sobre qué es la piedra filosofal; la mayoría de las personas hablarián de algo que aparece en las películas de Harry Potter o en los films de Indiana Jones.
     Por lo que he visto de las películas de Harry Potter, no tengo muy claro qué es la piedra filosofal para J. K. Rowling. Como tampoco he leído sus libros, no sé si en ellos queda mejor definida su naturaleza. Pero si es evidente que se trata de un objeto físico, con propiedades asociadas a la magia y a la brujería.
     Esta asociación lleva muchos siglos en la imaginación del ser humano. Su origen es la mezcla de las técnicas químicas usadas por los egipcios para embalsamar cadáveres, muy unido a la antigua religión egipcia; con los conocimientos científicos de los antiguos griegos. La unión, llamada khemeia, resultaba oscura a los ojos del pueblo llano, que lo consideraba un saber oculto y peligroso.
     Por eso, los practicantes usaban simbolismos misteriosos para redactar sus escritos, lo que provocaba mayores recelos y animaba a los adeptos a usar términos todavía mas oscuros. Sus textos estaban plagados de términos como “caústico lunar” (nitrato de plata), “el Sol” (el oro) o “azúcar de plomo” (acetato de plomo).
     El primer famoso practicante de khemeia fue Bolos de Mendes (200 aC), que se dedicó a descubrir técnicas (que hoy llamaríamos químicas) para convertir (transmutar ) un metal en oro. Este cambio se consideraba posible en está época: bastaba con mezclar de manera correcta los cuatro elementos (aire, tierra, fuego, agua) que componían toda la naturaleza.
    Con el hundimiento del imperio romano y la caída de la civilización europea en la Edad Media, los conocimientos greco-egipcios quedaron en manos de los árabes; que los adquirieron tras su conquista de Persia. Su interés provenía de su derrota a las puertas de Constantinopla; impresionados por el “fuego griego” (una mezcla química que arde sin ser apagada por el agua) que utilizaron los bizantinos para hundir sus naves.
    Así la kehemia se convirtió en al-kimiya, que en Europa se tradujo por alquimia, pasando a llamarse alquimistas a las personas que la practicaban. El mas importante de los alquimistas fue el árabe Jabir (Geber en Europa, 760-815) que describe técnicas como la preparación de ácido acético a partir de vinagre o ácido nítrico diluido. También creía que podría fabricar oro a partir de mercurio (el metal por excelencia por su liquidez) y azufre (un combustible del color del oro, o sea, amarillo), mediante su unión con un polvo seco (xerion, en griego).
    La palabra xerión fue traducida por los alquimistas árabes como al-iksir y le concedieron además otra sorprendente cualidad: era un remedio para cualquier enfermedad y podía conducir a la inmortalidad.
Durante los dos siglos posteriores los alquimistas basaron su trabajo en encontrar el polvo seco (vuelto a traducir, elixir) que daba la inmortalidad y el proceso para unirlo a metales y producir oro. El pueblo conocía estas actividades de los alquimistas como la búsqueda del “elixir de la eterna juventud” y “la piedra filosofal” (el método para transmutar el metal en oro usando el elixir, que a fin de cuentas es una piedra) y los unieron a esos oscuros personajes con sus palabras extrañas y sus terribles poderes. En definitiva los asociaron a la magia y a la brujería.
   Aunque no consiguieron sus objetivos, desarrollaron por el camino muchos aparatos usados en química, como el alambique; descubrieron nuevos elementos, como el arsénico (Alberto Magno) o describieron métodos para preparar sustancias nuevas o cristales, como la pólvora negra usada en cañones y pistolas de la época, o el ácido sulfúrico, de gran importancia industrial y que se atribuye a un alquimista español.
     ¿Es posible transmutar un metal en oro?. Sí que lo es. Lo podríamos hacer en los grandes aceleradores de partículas, donde los científicos estudian los últimos secretos de los átomos y del universo. Pero no os arriendo la ganancia: la cantidad de dinero invertida en producir la energía suficiente para ello es increíblemente superior al valor del oro formado.
    Pero quizás en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería sean capaces de encontrar alguna solución mas factible para ello.

jueves, 6 de marzo de 2014

EL ORÁCULO DE CONCHI

       
                                               El oráculo de Delfos hoy (foto personal)

 El rey Creso de Lidia miraba con ojos codiciosos la tierra de los persas. Pero, hombre prudente, decidió consultar al Oráculo de Delfos a fin de asegurarse la victoria. La Pitia o Pitonisa que interpretaba los designios del dios Apolo, contestó: “si cruzas el rio Halis (frontera con Persia) con un ejército, destruirás un imperio”. Así que Creso atacó a Persia.. .. y destruyó su propio imperio, que pasó a manos persas.
            En el último examen de química de segundo de bachillerato, me encontré con la sorpresa de que muchos alumnos preguntaban a Conchi, una alumna sobresaliente, cuál era la opción (de las dos que yo siempre les doy  y así entrenarlos para selectividad) que debían escoger. Y Conchi escogió:
-Opción B. - dijo- la otra tiene cosas raras-.
Y ahí que me encontré con que la mayoría de los alumnos hacían dicha opción. Y eso a pesar de mis sonrisas y mi cara de estupefacción, que me cuidé mucho en dar a conocer a todo el tendido. El oráculo había hablado y punto.
¿Acertó Conchi?. Los datos, que no voy a dar, demuestran claramente que no. A la vista de un experto, o sea, el profesor, la otra opción era la mejor, ya que la opción B tenía un problema largo (aunque fácil), una pregunta sencilla pero que tenía que leerse e interpretarse correctamente y un problema de dificultad elevada.
¿Quiero decir con esto que Conchi no es fiable?. En absoluto, para ella el problema largo y la pregunta no eran ningún inconveniente y de hecho no lo fue. Pero para otros alumnos la cosa era diferente: un problema largo significa muchos números (por lo tanto, un lío) y  la pregunta necesitaba traducción simultánea (suerte que el profe estaba allí).
El error está en suponer que la elección era tan buena para ella como para los demás. Pero no es cierto: ella eligió para Conchi. Y los demás no somos Conchi.
Espero que hayan aprendido la lección : piensa por ti mismo. Nunca dejes que los demás piensen por ti. Siempre intento que los alumnos piensen, pero ellos siempre buscan la salida fácil. Y la salida fácil suele ser la peor. No quieren “rayarse”, ni “emparanoiarse”, con las “comeduras de coco” del profe ( y menos si es el de física).
Pero como son buenos chicos (aunque un poco revoltosos), sé que me harán caso y como hay que ser positivo, aquí van consejos para escoger una opción en un examen.
Primero: no pierdas el tiempo leyendo preguntas que son iguales en las dos opciones. Es el caso de las preguntas de formulación en el examen de química.
Segundo: es bueno poner una pequeña señal a cada pregunta, por ejemplo, S si creo que sé hacerla, N si creo que no la sé e ? si tengo dudas.
Tercero: Compara rápidamente ambas opciones y  no  escojas la opción que tenga mas preguntas con N.
Cuarto: en caso de igualdad elige aquella en la que tengas mas puntos seguros.
Quinto: empieza siempre por las preguntas que te sabes ( son puntos seguros y adquieres confianza y tranquilidad, que siempre vienen bien).
Y a pesar de todo, yo me seguiría fiando de Conchi…..






lunes, 3 de marzo de 2014

HOMEOPATÍA O LA INTELIGENCIA DEL AGUA

     Cuando una plaga asolaba uan ciudad de la antigua, se consultaba  a un Oráculo la manera de terminar con ella. Habitualmente el oráculo pedía al Rey algún tipo de viaje con una misión expiatoria. Así el rey de Esparta, Menelao, tuvo que buscar los huesos de Prometeo y traerlos a su tierra.
    La misión solía durar meses , con lo que al volver la plaga estaba finalizada y el oráculo había acertado. Hoy diríamos que la plaga se había extinguido por si sola en el tiempo que duraba el viaje. Y todos contentos. Claro que si no era así, siempre se podía decir que la predicción se había malinterpretado o que se cometió algún fallo o sacrilegio durante el viaje.
   Algo parecido le ocurre a la homeopatía. Esta es un invento de S. Hahneman a finales del siglo XVII. Se basa en tres hipótesis:
   El principio de similitud: algo que produce en una persona sana los mismos síntomas que una enfermedad, es capaz de curar la enfermedad en la persona enferma. Hahneman dedicó una gran parte de su vida ha experimentar en sí mismo con sustancias naturales y descubrir qué síntomas producían, para recetarlas a  personas enfermas que padecían dichos síntomas. Hoy en dia, la homeopatía se basa en la lista de sustancias por él indicadas.
   El principio de dinamización o de los infinitesimales:  la capacidad de curar de cierta sustancia aumenta con su dilución. La necesidad de diluir la sustancia natural proviene del hecho de que era necesario evitar los efectos secundarios que las sustancias producían en los pacientes.
    Por ejemplo, el remedio recomendado contra la diarrea infantil es el trióxido de arsénico, un potente veneno de ratones. Pero se recomienda en una dilución 30C, lo que significa tomar una parte del compuesto y disolverla en 100 de agua… .repitiendo el proceso 30 veces. Haciendo cálculos resulta que la concentración es de 1 parte (molécula) de sustancia activa en 1060  partes (moléculas) de agua. Teniendo cuenta que 1 L de agua contiene 5’56 1025 moléculas de agua, esto quiere decir que necesitamos reunir 20000000000000000000000000000000000 litros de agua para encontrar una molécula del trióxido de arsénico. ¡No hay suficiente agua en la Tierra para reunir tal cantidad!. Claro que en aquella época no se conocía el número de Avogadro.
   Por lo tanto, cuando tomamos nuestro remedio homeopático, estamos tomando agua y sólo agua.
   El tercer principio es la “memoria del agua”: El disolvente “recuerda” las propiedades curativas del principio activo con el que ha estado en contacto. Esto se aplica tanto al agua, como al alcohol (si este es el diluyente usado) o el excipiente, si son pastillas homeopáticas.
   Éste último principio es necesario para explicar por qué funciona la homeopatía, dado el “éxito” del principio anterior. Claro que nuestra tercera hipótesis nos lleva a admitir que el agua es inteligente, pues “recuerda” los efectos supuestamente beneficiosos y “olvida” los efectos secundarios, así como las propiedades de otras sustancias con las que ha estado en contacto, como el propio vidrio del recipiente. Si pensamos que el vidrio produce en personas sanos los  mismos síntomas que la silicosis, ¿No serviría el mismo preparado para curar la silicosis?.
   ¿Han sido testada científicamente las hipótesis homeopáticas?. En 1988 se publicó en la prestigiosa revista científica Nature un artículo del homeópata francés Benveniste, asegurando que una dilución 30 X (diluyendo 30 veces 1 parte en cada 10) de un antibiótico, éste seguía teniendo respuesta biológica. Posteriormente un grupo de científicos reprodujeron el experimento y encontraron que los datos no sugerían las conclusiones de Benveniste.
   La reacción de los homeópatas fue la que se puede esperar en estos casos: mirar para otro lado. Pero no debemos quejarnos, ellos no hacen ciencia como los médicos.
    ¿Por qué entonces la homeopatía está reconocida y “funciona”?. Es cierto que algunas veces los pacientes tratados por homeópatas mejoran; pero esto es debido al efecto placebo. Es un fenómeno psicológico, por el cual los síntomas del paciente pueden mejorar mediante un tratamiento con una sustancia inocua.
  Como además resulta que no estamos tomando nada de sustancia activa, es el propio cuerpo el que se cura a sí mismo, lo que a veces es una ventaja: pensemos en el uso inadecuado de antibióticos para curar enfermedades víricas. En mi caso, el empleo sistemático de antibióticos para curarme afecciones de garganta me provocaba muchos problemas. Hasta que mi otorrino me diagnosticó faringitis aguda, que es una enfermedad principalmente inflamatoria y cuyo remedio es..… ¡mucha agua!.